29 abr 2007

Sin la máscara no somos nadie

"...Nuestro grupo encabezaba un espectaculo, que iba secundado por un estupendo complemento artistico... incluia tambien un encuento de lucha libre, a cargo de los maximos exponentes del deporte de los costalazos: nada menos que el Santo y Blue Demon.

Yo habia tenido la oportunidad de conocerlos en persona anteriormente, razón por la cual yo estaba al tanto de que ambos luchadores tenían sendas características que permitian identificarlos aunque llevaran puesta la máscara: al Santo lo denunciaba su voz, que era mucho más aguda (casi tipluda) que la que lucía en las películas, donde siempre era doblado por alguien de voz gruesa; y a Blue Demon lo denunciaban sus manos, pues éstas no sólo eran enormes, sino que, ademas, mostraban la terrible deformación que le había causado una artritis de grado mayor, enfermedad que lo obligaba a una continua y dolorosa terapia (de tres horas) como única forma forma de subsistir en la lucha libre y en la vida particular. Por lo demas, ambos tenían un trato más amable y cordial, aparte de una preparación que rebasaba ampliamente lo que uno se podía suponer.



...Durante un buen lapso viajé sentado junto al Santo, quien llevaba puesta su inseparable y famosa máscara plateada. Conversábamos animadamente cuando vimos que la azafata había comenzado ya a servir el almuerzo momento en que el Santo se puso de pie para ir al gabinete del baño. Regresó pocos minutos después, pero luciendo otra máscara; digamos que similar a la anterior, solo que incompleta, pues únicamente le cubría de la nariz para arriba, dejando al descubierto la parte inferior del rostro. El cambio se debía a una razón obvia: con esta máscara podría disfrutar mejor el almuerzo, ya que la anterior (la común y corriente) sólo tenía un pequeño agujero para la boca, lo que le permitía hablar pero no engullir un buen bocado. Luego, terminado el almuerzo, el Santo me avisó que iría nuevamente al gabinete para realizar un intercambio de máscaras, pero en "reversa" (es decir: para ponerse otra vez la original)...

Ahi debíamos pasar la revición aduanal, de modo que nos formamos en la fila correspondiente. Pero yo notaba que faltaba algo que debía estar ahí. Ah, claro: lo que faltaba era un par de máscaras de luchador. Y mi mirada se paseó por todos los alrededores, sin alcanzar a ver ni el menor vestigio de máscaras. Pero al llegar a la ventanilla de migración oí una voz idéntica a la que había charlado conmigo a bordo del avión. (Otro mas observador se habria dado cuenta de que la ropa de quien hablaba también era la misma que llevaba puesta mi reciente compañero de viaje.) Aunque con una diferencia: faltaba la máscara. Esto era más que notorio, a pesar de que el hombre estaba formado delante mío en la fila, por lo cual me daba la espalda. Para confirmar lo que iba yo deduciendo, el hombre estaba acompañado por otro, cuyas manos eran enormes y estaban notoramiente afectadas por la artritis.



Pues sí: eran el Santo y Blue Demon, quienes habían tenido que despojarse de sus máscaras para pasar la aduana, conciente de que, en lugares como ése, los gringos son capaces de quitarle la máscara a Michael Jackson (aunque hay quien asegura que no es una máscara eso que trae esté en la cara). Por lo tanto, a los luchadores no les quedó otro remedio más que permitir que yo conociera su verdadera personalidad.

Después de haber cubierto el trámite nos fuimos por el pasillo que conducía el acceso del siguiente avión, trayecto durante el cual fueron varias las personas que me reconocían y me detenían para saludarme o pedirme un autógrafo, lo cual aproveché en varias ocaciones para decir, señalando al aludido:

-¿Por qué no aprovechan para pedirle un autógrafo al Santo? Porque ahí como lo ven, este señor es el gran luchador.

Excuso decir que estuve a punto de morir fulminado por las miradas que me lanzó entonces Rodolfo Guzmán, nombre verdadero del Santo. (¡Y menos mal que se limitó a lanzarme miradas en vez de patadas o yeguas voladoras!) Sobre todo cuando yo insistía:

-¡De veras es el Santo! lo que pasa es que se quitó la máscara.

Pero la gente mostraba la mejor sonrisa de incredulidad que pueda uno imaginarse. ¡Cómo diablos podía ser el Santo ese inofensivo caballero, con cara de buena persona y cuyo aspecto general podía corresponder mucho más al de un burócrata!

Entonces el Santo de dio cuenta de que ésa era la realidad: nadie daba crédito a mis palabras. "Lo que sucede -debía suponer la gente- es que Chespirito le quiere jugar una broma a ese señor, que seguramente es su amigo." Y luego, siguiendo ya esa misma corriente, el Santo sonrio y dijo:

-Si: yo soy el Santo. Y éste -añadio señalando a su compañero- es Blue Demon.



La gente, por supuesto, festejaba la "broma" y lo siguió haciendo cuando los luchadores mismos se detenían para decir:

-¡Yo soy El Santo, el famoso luchador!

-¡Y yo soy Blue Demon!

Después, cuando ya no había gente en nuestra cercanía, alguno de los dos (no recuerdo cúal) comentó con un suspiro que sugería un leve sentimiento de melancolía o resignación:

-Esa es la inobjetable realidad: sin la máscara no somos nadie."

Fragmento del libro "Sin querer queriendo" de Roberto Gómez Bolaños.

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